“El pálpito de la memoria”

Entre todas las historias tristes que se esconden en la tragedia de la guerra civil española, siempre me ha conmovido el asesinato de Ramón Acín, al que siguió de manera casi inmediata el de Concha Monrás, su mujer. Hace dos años, coincidiendo con el 80 aniversario de la ignominia, recopilamos aquí datos sobre su biografía y sobre la magnífica bibliografía que en los últimos años se ocupa de su abundante obra artística, inseparable de su activismo libertario, su faceta de articulista y la ejemplaridad de su vida. “Un hombre en el buen sentido de la palabra bueno”.

Cada dos o tres meses me doy un atracón de lectura del suplemento “Artes&Letras” del Heraldo de Aragón, que dirige Antón Castro. Mi madre los guarda semana a semana y cuando vuelvo a casa por vacaciones tengo una pila esperándome. Son ocho páginas trenzadas en torno a la amistad, con críticos y reseñistas que ofrecen una mirada muy particular al mundillo literario, con especial querencia por los autores aragoneses. José Luis Melero tiene un espacio donde vuelca un sinfín de pequeñas historias relacionadas con su pasión bibliófila que leo con verdadero deleite. Suele hablar de libros de amigos suyos y de autores pretéritos que, dada la familiaridad con la que habla de ellos, parece que sean también amiguetes con los que acaba de compartir mesa y mantel en Casa Emilio, aunque lleven muertos doscientos años.

Hace poco recuperé un texto del mes de febrero en el que hablaba de “La caja de música”, un librito de 44 páginas recién publicado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses, firmado por Víctor Juan, un tipo muy interesante que dirige el Museo Pedagógico de Aragón y que da clase en la Escuela Normal de Magisterio de Huesca.

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En esas mismas aulas ejerció su magisterio, y valga más que nunca la redundancia, Ramón Acín. Y de ahí salieron discípulos que hicieron más grande la figura del escultor ácrata, autor de unas famosas pajaritas de hojalata que son todo un símbolo de la ciudad de Huesca. Este librito de Víctor Juan empieza de la manera más prometedora: “Todos mereceríamos vivir una historia apasionante. Aunque sólo fuera una vez”. Y sigue de un modo absolutamente irresistible: “En estos tiempos en los que todo tiene que servir para algo, la historia a la que me refiero ha de ser necesariamente inútil -como son casi siempre inútiles las cosas que nos hacen felices- y valiosa en sí misma. Sin más”.

Lo que viene a continuación es una auténtica delicia. Que tiene que ver con la canción La última rosa del verano,. Es un homenaje a las personas buenas. Es una alabanza del magisterio. Es un canto a la amistad. Es un libro muy bien hecho, con unas fotos entrañables. Es un relato emocionante que recorre un siglo en un suspiro. Es una semblanza intensa de la vida de un hombre (y la mujer que siempre estuvo a su lado) que seguirá viviendo en muchas vidas, porque lo merece.

Parece mentira que en 44 páginas pueda caber tanta belleza.