Hace ya unos meses que topé con un libro de título tan sugerente como desalentador debía de ser su contenido, a tenor precisamente del desespero que encerraban esas siete palabras: “Fugir era el més bell que teníem”. El inconfundible diseño de la cubierta de Club Editor, para la versión original catalana, era otro argumento en favor de su lectura. Cuando hace poco un amigo de cuyo criterio me fío la recomendó encarecidamente en su versión en castellano, publicada por Galaxia Gutenberg con el título de “Huir fue lo más bello que tuvimos”, decidí no postergar más su lectura.
La he saboreado durante pocos días, porque son 200 páginas escasas, pero he releído varias veces algunos de sus breves capítulos. Y ha sido uno de los libros más impactantes de los últimos meses. Lo firma Marta Marín-Dòmine, especialista en literatura testimonial que ejerció de profesora en Toronto, adonde llegó desde su Barcelona natal y después de transitar por campos tan variados como la danza, el teatro o el cine. En esta ficha que ofrece el CCCB se pueden conocer algunas de sus participaciones en diversas actividades del centro. Y de paso “disfrutar” más de la obra que publicó con Club Editor en 2019 y por la que ha cosechado diversas distinciones.
Es difícil catalogar esta obra tan personal, en la que se muestra sin remilgos mientras echa la vista atrás y rinde un homenaje hermoso a la figura de su padre, Joaquim Marín, habituado a cruzar los Pirineos para ir a Francia y volver, hasta permanecer en un exilio interior en el barrio del Clot de su ciudad natal, Barcelona. “El exilio, la errancia, ¿se transmiten de una generación a otra?”. La autora se pregunta por las marcas que dejan en el cuerpo de los que viven y por las trazas que puedan quedar en los que vienen después.
Y en torno a esa idea gravita este libro que se va desplegando en historias en apariencia minúsculas que acaban demostrando que el exilio de una sola persona ya contiene a la complejidad de todos los que han sufrido la amarga experiencia de huir de su tierra y mirar hacia delante, porque echar la vista atrás puede ser letal, para el cuerpo y, sobre todo, para el alma.
El eje del relato son las memorias que dejó escritas Joaquim Marín y que su hija nos va mostrando de manera morosa, porque no debió de ser fácil para ella enfrentarse a ese relato que, a la postre, tantas muescas dejó en su vida. Consigue sumergirse en la lectura de ese texto lacerante a miles de kilómetros, en una casa de campo cerca de Toronto y lejos de sus recuerdos de hija de un derrotado que tuvo que esconderse para sobrevivir en la Barcelona franquista. Y el mero hecho de “refugiarse” en casa de una amiga para cargarse de valor y afrontar los testimonios que dejó el padre provoca que la autora siga tirando de otros hilos y explique la historia de la familia de su anfitriona, descendiente de judíos que escaparon de Hungría y pasaron por Italia antes de cruzar el charco y empezar una vida cuando parecían condenados a perecer como tantos de su estirpe.
Marta Marín parece que haya escrito este libro en voz baja, para que su texto no pueda acallar el lamento ronco que producen los pasos de los millones de persones que en la historia de la humanidad han tenido que abandonar su entorno querido y atisbar qué podría existir allá donde solo parece existir el miedo, el rechazo, la animadversión.
Pero al mismo tiempo es un aullido para llamar la atención sobre la existencia de las buenas personas, y en esos momentos el relato alza el vuelo y el padre adquiere una dimensión casi épica, por la dificultad que entraña defender unos valores, tener las ideas claras y disfrutar “del rumor de existir sin esconder la dureza de vivir”.
Ahí entra también la propia experiencia de la autora, con esos altibajos que provoca vivir tan lejos, cuando las buenas noticias llegan con sordina y el dolor se acentúa por culpa de esa misma distancia. En los pequeños detalles que se van descubriendo después de una crisis personal que la llevó a esconder en una caja de cartón algunas de esas cosas que no entendemos nunca para qué sirven en una huida, ahí también radica la belleza de este conjunto de historias en apariencia inconexas, pero que acaban enriqueciendo lo que es un homenaje descomunal a la figura del padre.
Con un título inolvidable.